Mi abuela
materna solía recordarme que “lo único seguro en la vida, es la muerte”. Y qué
razón que tenía. A lo largo de la vida, hay situaciones tan impredecibles, que
por más planificaciones que se hagan, no se pueden evitar. Lo que empezó como
blanco, puede terminar en negro y viceversa.
Tan impredecible
como la vida de Edith Stein, también conocida como Santa Teresa Benedicta de la
Cruz, quien al haber nacido en el seno de una familia judía, poco podría
imaginarse que terminaría siendo una filósofa, religiosa, mártir y santa. Pero no
fueron precisamente estos deseos los que invadieron siempre el pensamiento de
ella. Mas hubo uno que sí lo hizo: la búsqueda de la verdad.
“Quien busca la
verdad, sea o no conciente de ello busca a Dios” repetía constantemente,
convencida de que la verdad no puede permanecer oculta y de que es necesario “salir
de sí mismo” y “adentrarse en el mundo”. Y Ella, a corta edad, se hace
acreedora de esa verdad a través de su conversión, el estudio y las reflexiones
personales que a la vez, la convirtieron en una gran filósofa.
Pero sin duda
alguna, el papel que más me cautiva de esta mujer, es su capacidad de liderazgo
sin temor a los prejuicios de la sociedad. Pues a pesar de las circunstancias y
el contexto en el que su vida se desarrolla, no teme a intentar darle a la
mujer un sentido de independencia en cualquiera que sea su profesión. Stein,
era de la idea de que toda mujer sana, está capacitada para cualquier oficio y
que “toda fijación innecesaria de papeles entre ambos sexos, debía ser
eliminada”.
Y aunque en un
principio, esa misma represión que existe en la mujer la lleva a ser una
luchadora feminista, la permanente búsqueda de la verdad, a través también del
cristianismo, le permiten entender que esa verdad no está en el machismo y
tampoco en el feminismo, sino en la equidad de géneros, permitiendo así, que
ambos sexos se puedan desarrollar plenamente realizando cualquier tarea.
Personalmente, hay ciertos pasajes de la vida de Edith
Stein, que me hacen recordar a mi pasado. Al igual que ella, llegué a
considerarme una feminista radical, al punto que cualquier gesto de cortesía
que un hombre tuviese hacia una mujer, me parecía un símbolo de superioridad
sobre la mujer y por tanto machismo. Yo quería cambiar esos conceptos.
Pero luego, cuando descubrí mi ferviente vocación al
periodismo, descubrí que no puedo ir por la vida tratando de manipular lo que
veo, especialmente al momento en que me toque ejercer. Por ejemplo: Lydia
Cacho, una periodista mexicana dedicada a la investigación de casos que atenten
contra la dignidad de la mujer. Aunque sus investigaciones y sus métodos son
excelentes, ella se describe como una mujer feminista, y eso me hace
predisponerme un poco a la hora de leer sus artículos, pues sé que una persona
que persigue ese tipo de ideales, no puede ser objetiva.
Es por eso, que he descubierto a través de este libro,
la importancia que tiene la búsqueda de la verdad. Una verdad que no es a
medias, y mucho menos relativa. Una verdad que traspasa tiempo y espacio. Una verdad que no es a medias, y mucho menos
relativa. Una verdad que traspasa tiempo y espacio, pero sobre todo, que
proviene de Dios que es verdad absoluta.
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